Escribe: Vladimir Calsin
La danza de los caporales es un ritmo juvenil, ágil, alegre, enérgico, sensual, dinámico, intercultural y milenario
El tiempo ha convertido a la emblemática manifestación folclórica andina en la expresión intercultural más simbólica de nuestros tiempos. Intercultural, porque en su arte combina la cultural mundial con las vivencias del Titicaca, con sólida base andina, el caporal ha ido incorporando elementos rítmicos, folclóricos e indumentarios. En la actualidad, quienes no conocen nuestro estilo la mal denominan saya, antes podía considerarse Tuntuna, hace 50 años Tundique y así sucesivamente.
El correcto nombre de la danza acordada por quienes la interpretan es CAPORALES. No es Saya, 40 veces no. Aunque en Bolivia se tiene claro este concepto no ocurre lo mismo fuera de ella. En el presente artículo deseo ilustrar la diferencia de ambas y 40 veces por los años que se cultiva el género en la ciudad, al margen de la agresión democrática que sufre el Perú.
La Saya es una manifestación afroyungeña, porque pertenece a los africanos asentados en las Yungas. El estar alejados de su oriunda esencia no les impidió a los negros cultivar su arte, su cultura y estilo. Hace quinientos años introdujeron parte de su cadencia y la combinaron con elementos de la región que los cobijó, de esta manera surge la saya en los bosques andinos de nuestro continente.
El caporal, a diferencia de la saya, es un baile en constante mutación, como tal no llega ni a los 50 años, la última recreación sufrida fue liderada por los hermanos bolivianos Estrada Pacheco, desde entonces el arte andino viene conquistando metrópolis en el mundo humano, su origen se encuentra en el corazón del Titicaca y se remonta a miles de años, El genuino creador e inventor del ritmo que encandila a la juventud es el poblador Uro y toda la comunidad de pescadores del lago sagrado.
Los pescadores del altiplano bailaban con cascabeles pisando con velocidad el suelo, era desde entonces el baile de los Uros el danzar con cascabeles; y hechos de frutos o disecados de sus animales se ingeniaban para amarrarse de alguna manera en los pies y vibrar raudamente, de esta manera compartían felicidad y energía siempre en comunidad. Kirkiña vel takiña.
El tiempo no ha podido modificar la cadencia de los Uros, la vitalidad de su ritmo vive en nosotros y se perfila como la expresión artística más intercultural del universo. Los uruquillas dominaron el mundo junto a los Tiahuanacos, fundaron el imperio andino de los cuatro suyos, resistieron el arraigo aymara que invadió su cultura. Hábilmente burlaron toda presencia foránea, jamás conquistados, no lo hicieron los aymaras, tampoco los quechuas mucho menos los españoles. Quizá nuestro lenguaje fue absorbido por el quechua o tal vez fusionado con el aymara, pero de qué nos vale el idioma si con nuestro arte conquistamos mejor al universo.
La primera recreación artística que registramos, fue ocasionada por los negros del altiplano rebautizando nuestra expresión como LA DANZA DE LOS NEGRITOS; siguieron a esta los aymaras de Yunguyo, ellos prefirieron llamarla TUNDIQUE; continuaron con la transformación intrépidos saltimbanquis de Surique, gracias a ellos conocimos la fraternidad de Caporales Uros del Gran Poder, por aquel entonces se conocía al ritmo como TUNTUNA, surgieron luego las primeras fraternidades de CAPORALES.
En los 70 se forjaron emblemáticas instituciones de caporales, en Bolivia surgen los Caporales Universitarios de San Simón, los Sambos Caporales y la Fraternidad Caporales Centralistas; en Perú se fundó el Centro Cultural Andino; conjuntos que cultivan el mágico folclore del uruquilla. En adelante, las fraternidades contagiarían el ritmo en todo el planeta, conquistan, enamoran y encandilan al público en todas y cada una de sus presentaciones.
Fueron los grupos que interpretan el ritmo quienes tergiversaron la gracia de los caporales confundiéndola con el baile afroboliviano, teniendo a Los K’jarkas como paladín, varios autores componían temas de caporales con nombres alusivos a la Saya. Los movimientos de reinvindicación yungueña promovieron, en beneficio mutuo, el nombre correcto de la danza. Y desde entonces los cultores de los caporales decidieron poner fin al membrete incorrecto que ostentaron por un tiempo. Han pasado algo más de diez años de aquel encuentro en Oruro, cuyo carnaval es Patrimonio Oral e Intangible de la humanidad, sin embargo, todavía se sigue confundiendo con la saya la expresión de los Uros.
El desconocimiento de compositores conduce al error: artistas, autores, cantantes y grupos enteros continúan llamando en sus interpretaciones saya al ritmo caporal, especialmente fuera de Bolivia. Perú y Chile son claros ejemplos. En el otro extremo encontramos a grupos bolivianos como Llajtaymanta quienes lideran el cambio al impregnar enérgicamente a los caporales en sus canciones, con sentimiento, devoción y hasta con ñufla imponen éxitos a la vez de enmendar el disparate.
Quedamos entonces en que las diferencias entre la saya y el caporal son significativas, hace algunos años yo también suponía que el cascabel significaba la opresión sufrida por los negros en las minas de Potosí, que el sonido emulaba a las cadenas como ocurre con las matracas en la morenada, no es así. Al descubrirse el quirqui, danza de los Uros como origen milenario del caporal, comprendo el cambio brutal de su significado. Mientras que la saya es una danza donde se demuestra la felicidad del trabajo comunitario; el caporal simboliza la fortaleza, alegría y energía del andino, la indumentaria que los acompaña son completamente distintas en la actualidad.
La saya, mantiene su estilo, la tradición de su arte; lo que no ocurre con los caporales que anualmente renueva sus éxitos, originalmente varia su vestimenta y genuinamente impone estilo en el mundo contemporáneo.
Al observar al capataz, ridiculizado en danzas anteriores a la tuntuna, llevar cascabeles, comprendemos lo tergiversado de versiones que atribuyen la creación de la danza con base en esta premisa. No es dable que el opresor cargue en su indumentaria el sonido del oprimido que supuestamente simbolizaban los cascabeles parodiando el arrastre de las cadenas de la esclavitud. Por lo tanto, el danzar con cascabeles tiene otro origen mas portentoso, mágico y milenario, está asociado a la danza de los uruquillas que contagiaron a los puquinas, a los quechuas, aymaras, españoles y de ahora en adelante se propone conquistar a los ingleses, japoneses, franceses, alemanes, etcétera.
Los caporales no representan a la danza de los negritos, no es el sanguinario capataz, ni son descendientes de los afroyungeños, tampoco es la raza oprimida azotada por capataces o viceversa, son ahora capitanes que llevan en su arte la rebeldía del uruquilla. Con orgullo cargan identidad y cultura en las ciudades más importantes de la tierra. Caporal es sinónimo de valentía porque son intrépidos los jóvenes que un día decidieron alejarse de su umbral para entregar a su familia lo mejor del mundo, compartir experiencias, jamás olvidar sus raíces, su tierra y su pueblo, por el contrario, el deseo de volver al Titicaca y vivir en prosperidad lo invade día a día. Razones suficientes para gritarle al mundo con humildad y también con soberbia, que somos caporales orgullosamente andinos, con la dignidad que un boliviano merece y el autoestima que un peruano necesita fuera de su lar. Por todas las razones expuestas volveré al altiplano, a bailar en carnavales, me acompañarán, mis amigos, mis hermanos, los capitanes de tropa y las hermosas e infaltables, coquetas, sensuales y modernas cholitas.
Danza que une, que hermana, que integra,
¡¡¡CAPORALES SIN FRONTERA SERÁS!!!
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LOS SAMBOS
Caporales
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